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En cierta ocasión, un estudiante de yoga se aproximó a su maestro y le preguntó dónde se hallaba lo eterno, lo supremo, lo infinito.

El maestro no le respondió, por lo que el discípulo continuó preguntándole una y otra vez, sin que aquél despegase los labios. Guardó perfecto silencio.

Al fin, le dijo el maestro: “Te lo he estado diciendo una y otra vez, pero no me entendiste. ¿Qué puedo hacer?”. Lo eterno, lo supremo, lo infinito no puede ser explicado, pero puedes conocerlo a través del silencio profundo.

En el lenguaje común, sentarse callado, sin hablar con nadie, es silencio, pero se trata solo de un silencio físico, y lo que realmente se requiere es el silencio de la mente bulliciosa.

Puedes hacer voto de silencio, pero tu mente seguirá formando imágenes. Te asaltará la imaginación y la mente subconsciente manifestará sus recuerdos.

La imaginación, la razón, la reflexión y otras funciones diversas de la mente seguirán produciéndose continuamente.

El intelecto debe dejar de funcionar para conseguir una paz o un silencio verdaderos.

Deben desvanecerse por completo todas las olas mentales. Solamente entonces podrás disfrutar de un silencio auténtico y duradero.

Hay tres tipos de silencio respecto de la persona: control del habla, cese absoluto de las acciones físicas y silencio mental. Este último es superior al resto, pero el habla le distrae continuamente.

Las personas habladoras no pueden tener paz mental; ese mal hábito distrae su mente dirigiéndola hacia el exterior y ocasionando conflictos en las relaciones con los demás.

Para controlar el habla, observa el silencio.

Al principio tendrás dificultad al producirse el ataque de pensamientos, y lo que debes hacer es tratar de tener tu mente plenamente ocupada. Así se desvanecerá el deseo de hablar y de buscar compañía.

Inténtalo media hora diaria y aumenta el tiempo poco a poco.

Swami Sivananda

 

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