Empezamos desde el principio
Lo que buscas está desde siempre presente en ti, pero tu mente ha estado siempre demasiado ocupada en sus pensamientos y deseos para poder percibirlo.
Todas las herramientas que vas a recibir, son sólo una invitación a mejorarte a ti mismo y a mejorar tu vida a través de tu propia intuición.
Está en ti el potencial de ser guiado en la meditación por tu propia sabiduría profunda.
Por muchas fórmulas que te sean entregadas, no has de perder tu capacidad de improvisar.
La primera fórmula que vas a recibir es ésta: ‘no hacer nada’.
‘No hacer nada’ es como una gracia: a veces se logra, y otras veces no.
A veces es como caer en una profundidad insondable.
Si me permito no hacer nada, puedo entrar en un espacio misterioso más allá del pensamiento.
Pero a veces no se consigue ir más allá del pensamiento, al que estamos habituados. Y pensar no es ‘no hacer nada’.
Cuando no basta con la invitación al descanso del pensamiento, nos puede ayudar, como un paso hacia el silencio, observar el pensamiento, darnos cuenta de qué pensamientos estamos generando, y tal vez qué nos mueve a ello.
A veces es necesario que nos cansemos del pensamiento, y llegamos a cansarnos cuando nos desencantamos de su fruto.
Necesitamos desilusionarnos del pensamiento para desapegarnos de éste, desinteresándonos.
También nos ayuda a dejar atrás el pensamiento la idea de ‘no hacer nada’.
El dulce reposo en que se deja atrás el estrés cotidiano, que es como el peso de lo mundano -con sus preocupaciones y aspiraciones.
Dejamos de sentirnos obligados a ocuparnos de esto o aquello, y así entramos en un estado de paz, que también es de placer -porque nos sentimos bien, o tal vez como en casa, dejándonos caer hacia el centro de nosotros mismos.
Simplemente, atiende la respiración.
Esta es una conciencia muy antigua, y en casi todas las formas de meditación la práctica se apoya en la consciencia de la respiración.
Basta, a veces, con sentir nuestra respiración a cada momento para renunciar al pensamiento.
Así como al dormir renovamos nuestra energía, la relajación del pensamiento permite una actividad sutil regenerativa que autorregula nuestro mundo interior, que sabe lo que necesitamos, mejor, que nuestra mente racional.
Aunque no sepamos cómo volvernos más felices, basta con que nos dejemos caer y soltemos el control, dejándonos simplemente disolver.
Del libro ‘Budismo dionisíaco’ de Claudio Naranjo.